Reflexión: Propósito
Lo que existe cumple con una razón, antes de estar allí fue diseñado para algo, fue pensado para solucionar una necesidad, para complementar una función, para hacer parte de un engranaje, nada está suelto, ni aparece porque si.
Desconocer la razón que hace aparecer algo, no significa que aquello no sea necesario o que no la tenga, pero tampoco hace que no se pueda usar o disfrutar, por tanto, aunque nada existe sin propósito, conocerlo no es fundamental para que sea cumplido a cabalidad.
La materia a cualquier nivel, en cualquier forma, en cualquier espacio o tiempo, no se escapa de esta realidad: cumple un propósito, definido por la inteligencia que hace posible su propia existencia, la conozcamos o no, la definamos o no, detrás de todo diseño, forma,
función, hay una inteligencia que le ha impreso su propia razón.
La experiencia de cada ser vivo, tampoco está fuera de aquello, también responde a un diseño y a un propósito, desconocerlo no nos exime de su cumplimiento, ni hace que desaparezca la inteligencia que lo ha definido con antelación. De la misma manera todo lo que hacemos como seres individualizados, responde a una razón personal, antes de que aparezca un movimiento, una palabra, una transformación, hay una razón, que solo está en el interior de cada ser, que solo es conocido y entendido por quien lo ejecuta, así la forma que se manifiesta o la palabra que se emita, parezcan no tener relación con ese propósito, allí está y queda impreso en dicha acción.
El propósito se convierte en el molde no material que le da forma a la materia o a cualquier manifestación, imprime con su propia frecuencia a lo que se manifiesta. Una mente divagando en las angustias del miedo o de lo que quiere, solo ve la forma, la circunstancia, sin encontrar esa frecuencia que siempre está allí imprimiendo y dando sentido a aquello, por lo cual, no usa con eficiencia lo que la vida tiene a sus pies para cumplir con su propio propósito que también desconoce y permanece actuando desde el temor y la angustia, imprimiendo de ese mismo propósito individual, carente de unidad todo lo que hace, generando más moldes de vacío para si mismo.
Saber que todo lo que existe cumple con un propósito perfecto para quien lo vive, libera la mente de la carga del sufrimiento por lo que no puede entender, de la culpa por aquello que cree no debe suceder y a la vez suelta al ser a explorar en ese medio de desconocimiento, la magia que hay oculta y que siempre se revela a quien está dispuesto a aprender y sentir; de la misma manera, ese ser libre de sufrimiento, con la mente abierta, da un propósito de calma y de crecimiento a cada palabra y acción envolviendo su propia realidad en un manto de armonía y satisfacción que tarde o temprano terminarán por manifestarse en consonancia con el propósito que ha permitido su existencia
individual.
Lo que existe cumple con una razón, antes de estar allí fue diseñado para algo, fue pensado para solucionar una necesidad, para complementar una función, para hacer parte de un engranaje, nada está suelto, ni aparece porque si.
Desconocer la razón que hace aparecer algo, no significa que aquello no sea necesario o que no la tenga, pero tampoco hace que no se pueda usar o disfrutar, por tanto, aunque nada existe sin propósito, conocerlo no es fundamental para que sea cumplido a cabalidad.
La materia a cualquier nivel, en cualquier forma, en cualquier espacio o tiempo, no se escapa de esta realidad: cumple un propósito, definido por la inteligencia que hace posible su propia existencia, la conozcamos o no, la definamos o no, detrás de todo diseño, forma,
función, hay una inteligencia que le ha impreso su propia razón.
La experiencia de cada ser vivo, tampoco está fuera de aquello, también responde a un diseño y a un propósito, desconocerlo no nos exime de su cumplimiento, ni hace que desaparezca la inteligencia que lo ha definido con antelación. De la misma manera todo lo que hacemos como seres individualizados, responde a una razón personal, antes de que aparezca un movimiento, una palabra, una transformación, hay una razón, que solo está en el interior de cada ser, que solo es conocido y entendido por quien lo ejecuta, así la forma que se manifiesta o la palabra que se emita, parezcan no tener relación con ese propósito, allí está y queda impreso en dicha acción.
El propósito se convierte en el molde no material que le da forma a la materia o a cualquier manifestación, imprime con su propia frecuencia a lo que se manifiesta. Una mente divagando en las angustias del miedo o de lo que quiere, solo ve la forma, la circunstancia, sin encontrar esa frecuencia que siempre está allí imprimiendo y dando sentido a aquello, por lo cual, no usa con eficiencia lo que la vida tiene a sus pies para cumplir con su propio propósito que también desconoce y permanece actuando desde el temor y la angustia, imprimiendo de ese mismo propósito individual, carente de unidad todo lo que hace, generando más moldes de vacío para si mismo.
Saber que todo lo que existe cumple con un propósito perfecto para quien lo vive, libera la mente de la carga del sufrimiento por lo que no puede entender, de la culpa por aquello que cree no debe suceder y a la vez suelta al ser a explorar en ese medio de desconocimiento, la magia que hay oculta y que siempre se revela a quien está dispuesto a aprender y sentir; de la misma manera, ese ser libre de sufrimiento, con la mente abierta, da un propósito de calma y de crecimiento a cada palabra y acción envolviendo su propia realidad en un manto de armonía y satisfacción que tarde o temprano terminarán por manifestarse en consonancia con el propósito que ha permitido su existencia
individual.