Respeto
Más allá del telón a través del cual la cultura pretende enseñar el respeto, llevando a la imposición un modelo de lo que debe ser en el comportamiento social, el respeto es una vía de acceso a la felicidad, un portal de entrada al amor personal.
Hacia el interior de cada persona hay mecanismos de falta de respeto básicos como la vergüenza, en la cual, no se puede manifestar un gusto, una forma, una particularidad, por la falsa creencia que no debe ser así, sino como la sociedad lo pretende, llevando a la negación de la perfección de la individualidad, menoscabando el valor propio, irrespetando al propio ser en su integridad, otro mecanismo de irrespeto personal es la culpa, como manifestación de la necesidad de la perfección y la negación del error como parte perfecta del ser humano y resultado de la falta de conocimiento o entrenamiento.
Hacia el exterior, el irrespeto se manifiesta en dos vías; como juicio y desde allí se convierte en crítica, prohibición, imposición y lleva al castigo al rechazo del otro en su integridad por no cumplir con un gusto o concepto de quien no le respeta. La segunda vía es la interferencia, en la cual y al igual que en la vía anterior, se rechaza un estilo de vida, una forma de acción, pero lo que genera no es malestar sino lástima, lleva a que, a través de la bondad y la falsa creencia que dar de esa manera es amar, quitando la oportunidad de aprendizaje de la situación, al sacar a la persona de allí dándole lo que no ha generado e interfiriendo con su propio aprendizaje, irrespetando su experiencia.
En ambos casos, interno y externo de irrespeto, se pierde la tranquilidad interior, pues se siente vergüenza, culpa, malestar por rechazo o por pesar, con una acción de violencia interna al tratar de ser lo que no se es, de mostrar lo que no se siente, perdiendo la valoración por si mismo y cuando se irrespeta al otro el resultado será el conflicto, la distancia, el rechazo. Al aprender la necesidad de las diferencias, el valor de la integración de lo complementario o divergente, sin rechazarlo, sin juicios, vuelve la calma interna y de esa manera la felicidad y el amor propio.
Más allá del telón a través del cual la cultura pretende enseñar el respeto, llevando a la imposición un modelo de lo que debe ser en el comportamiento social, el respeto es una vía de acceso a la felicidad, un portal de entrada al amor personal.
Hacia el interior de cada persona hay mecanismos de falta de respeto básicos como la vergüenza, en la cual, no se puede manifestar un gusto, una forma, una particularidad, por la falsa creencia que no debe ser así, sino como la sociedad lo pretende, llevando a la negación de la perfección de la individualidad, menoscabando el valor propio, irrespetando al propio ser en su integridad, otro mecanismo de irrespeto personal es la culpa, como manifestación de la necesidad de la perfección y la negación del error como parte perfecta del ser humano y resultado de la falta de conocimiento o entrenamiento.
Hacia el exterior, el irrespeto se manifiesta en dos vías; como juicio y desde allí se convierte en crítica, prohibición, imposición y lleva al castigo al rechazo del otro en su integridad por no cumplir con un gusto o concepto de quien no le respeta. La segunda vía es la interferencia, en la cual y al igual que en la vía anterior, se rechaza un estilo de vida, una forma de acción, pero lo que genera no es malestar sino lástima, lleva a que, a través de la bondad y la falsa creencia que dar de esa manera es amar, quitando la oportunidad de aprendizaje de la situación, al sacar a la persona de allí dándole lo que no ha generado e interfiriendo con su propio aprendizaje, irrespetando su experiencia.
En ambos casos, interno y externo de irrespeto, se pierde la tranquilidad interior, pues se siente vergüenza, culpa, malestar por rechazo o por pesar, con una acción de violencia interna al tratar de ser lo que no se es, de mostrar lo que no se siente, perdiendo la valoración por si mismo y cuando se irrespeta al otro el resultado será el conflicto, la distancia, el rechazo. Al aprender la necesidad de las diferencias, el valor de la integración de lo complementario o divergente, sin rechazarlo, sin juicios, vuelve la calma interna y de esa manera la felicidad y el amor propio.